viernes, 3 de julio de 2015

Solidaridad o barbarie

Vicente Aleixandre (1898-1984), uno de los poetas más brillantes de la Generación del 27 publicó en 1935, en plena república española, la que sería piedra angular de su obra poética y literaria, a la que con gran acierto puso de título La destrucción o el amor. El nombre de este maravilloso poemario cargado de surrealismo, que tal vez resultara profético en la posterior debacle que sumió al país en el odio y la miseria cultural y social, ponía acento en la cuestión humana universal del equilibrio entre dos fuerzas inexorables. Por un lado, entregarse al odio más primigenio y puro (el impulso del Tánatos según la teoría psicoanalista de Freud), simbolizado en la destrucción, que en ocasiones podía implicar la palingenesia o resurgir del ave fénix. Por otra parte, su antítesis en la capacidad entablar lazos, de construir identidades y relaciones basadas en la fraternidad y tender puentes sólidos, conjunto de creencias y valores a las que se insiste en llamar "human@s".

Quien pudiera decir que en tantas cuestiones la Historia nos acerca a los años treinta en no pocas similitudes. Ciertamente, el viraje que está desarrollando el problema de la deuda en Grecia está generando consecuencias mucho más serias de lo que podamos llegar a entender. No solo por la cuestión económica, sino en la forma de redefinir el futuro de un concepto de identidad y societario como es la compleja Europa.
Antonio Gramsci, que al igual que Aleixandre vivió en la convulsa época de entreguerras y fue silenciado por el totalitarismo fascista, entendía las épocas de crisis como un período histórico donde lo nuevo no termina de nacer y lo viejo y no termina de morir. Es entonces cuando la humanidad posee una mayor capacidad de cambiar el sistema, pero también una época de peligro terrible. Los monstruos, efectivamente, surgirán en Europa en la década de los treinta, al calor de las devastadoras crisis económicas posteriores a la 1ª Guerra Mundial.

La Unión Europea se ha convertido en un paradigma de las consecuencias de una crisis económica, que ha demostrado ser una conspiración de la estupidez impulsada por gobiernos irresponsables y corporaciones multinacionales caníbales. Las mal llamadas políticas de austeridad solo han aumentado las brechas de desigualdad hasta límites insospechados, recordando a los ciudadanos que la Europa de la moneda siempre ha ido antes que la Europa de las personas. Las anquilosadas políticas neoliberales han sumido en la pobreza a cada vez un componente más amplio de la población, que teme por su futuro y ve reducidas sus esperanzas al límite.
Ramón Lobo defendía en un artículo de hará un año y medio que ahora mismo Europa ha llegado a un punto de no retorno, donde ya no es posible soportar las políticas hechas para la minoría ultraprivilegiada. Europa se debate entre dos forjas de identidad marcadas por el descontento: la de una Europa solidaria, abierta y con el acento en asuntos sociales sobre económicos; y la Europa de los monstruos, la alentada por la extrema derecha que rechaza cualquier posibilidad de integración y recurren a principios de soberanía que implican en muchos casos xenofobia y nacionalismo excluyente.

Esa primera Europa es por la que se lucha en Grecia. El partido Syriza nunca se ha posicionado en contra de la Unión Europea, como muchos pretenden declarar. Lo que pretenden es cambiarla desde dentro para orientarla hacia una ciudadanía europea digna. El equipo de gobierno griego actual ha demostrado un verdadero ejemplo de altura política. ¿Qué otro gobierno ha luchado por tratar de modificar una deuda tan espantosa e imposible de pagar para un país donde las tasas de suicidio y pobreza han crecido de forma exponencial desde la crisis? ¿Qué otro gobierno ha tratado de concertar un acuerdo frente a la dictadura del Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Comisión Europea? ¿Quién más ha dado a un pueblo la posibilidad de elegir sobre el futuro de una deuda que ha sido culpa de la gestión de gobiernos anteriores?
Que el presidente de la Comisión Europea Jean Claude Juncker, amenace a Grecia y ponga por delante el pago de responsabilidades es cuanto menos un ejemplo de poca vergüenza después del agujero negro que ha dejado en Luxemburgo. Que el FMI se sume al carro podría ser un chiste, después de haber demostrado la cantidad de tecnócratas vagos e incompetentes que ha albergado. Y no digamos ya la deplorable actitud de Alemania, que manipula la información a su gusto y parece tener amnesia selectiva cuando se le recuerda que Grecia, entre otros países, le perdonó su deuda derivada de la Segunda Guerra Mundial.

Los resultados del referéndum son decisivos para iniciar una nueva construcción de ciudadanía y recordar a las democracias el papel que han olvidado. De lo contrario, los monstruos cogerán fuerza, y puede que no tengamos más suerte que Aleixandre o Gramsci si no abogamos por la solidaridad con el pueblo griego antes que con la barbarie.

Como conclusión, un poema del gran Constantino Kavafis que recuerda el heroico carácter de Grecia, cuna de la cultura en Europa y que ahora más que nunca es un  ejemplo para todo el continente.

TERMÓPILAS

Honor a aquellos que en la vida
han encontrado y defienden sus Termópilas
Sin jamás faltar al deber
justos y rectos en su ley
y aun  así piadosos y compasivos;
generosos cuando ricos
y cuando pobres, aunque menos
también generosos,
ayudando cuanto pueden,
siempre hablando con la verdad,
mas sin odio hacia los que mienten.

Y más honor se les debe
cuando avizoran (y muchos lo hacen)
que Efialtes al fin ha de aparecer
y que, a pesar de todo, los persas pasarán.