domingo, 25 de octubre de 2015

Accidentalmente (¿o no?) poesía de nuevo

Jueves 22 de octubre. Después de mis tediosas clases acudo rápidamente a una pequeña galería llamada pazYcomedias, en la Plaza del Patriarca. Me he encontrado con una pareja de amigos con la que había quedado para ver la exposición Better humans tomorrow. La exposición son un conjunto de imágenes del artista plástico Ernesto Casero que denuncian, de forma velada o explícita, el racismo biologicista y los proyectos eugenéticos, tan propios no solo de los totalitarismos fascistas y comunistas, sino también del capitalismo de los años 60 y 70.
Cuando entramos, hay varios asientos y una mesa central. Desconcertados, nos hemos sentado en las sillas cuando comienzan a hablar. Por un maravilloso accidente que no llegamos a comprender, nos hemos metido en un recital de poesía: la segunda sesión del programa "8 Horizontal", coordinado por Antonio Méndez Rubio. No conozco a ninguno de los dos escritores invitados. A decir verdad, llevaré casi un año sin pisar un recital. Es algo así como un reencuentro con un viejo amigo con el que te habías olvidado.

El primer invitado, Pablo López Carballo, inicia su intervención con un ensayo vigoroso y rico donde denuncia las complacencias de los poetas y su actitud cerrada ante los cambios de la sociedad. Una reflexión estremecedora: Bertolt Brecht denunciaba que hablar sobre poesía fuera considerado ofensivo. Hoy en día no es así: la poesía ya no tiene vehículos para alcanzar a la sociedad ni puede ser ofensiva. Después de recitar sus poemas, la poetisa argentina Noni Benegas lee también los suyos. Las palabras que escucho, de una forma tan distinta entre ambos, me recuerdan lejanamente a los mías. Surgen del dolor más que del júbilo, de la reflexión y de un coraje incierto, de la soledad y al mismo tiempo del ser fraterno. Sus discursos recuerdan vagamente al oficio de escribir. Más concretamente de la ardua tarea de escribir lenguaje distanciado de las lógicas aplastantes en las que hasta los propios escritores (me sabe hasta mal muchas veces identificarme con un colectivo tan noble) caemos como moscas.

Y sin embargo, es maravilloso escuchar palabras con un significado vedado: con una intención desconocida pero accesible para la experiencia y la vida. La que ha sido mordida por la utopía y se ha contagiado. Tengo la esperanzada convicción de que se guardan en un lugar de la mente y que luego cristalizan, sin saberlo, en la mano del creador. Aunque este no lo perciba.

El acto de recitar un poema podrá no tener sentido en un futuro no demasiado lejano. Si se siguen con estas condiciones de desprecio hacia lo incomprensible, tal vez no estemos muy lejos de un suicidio. Pero la fe con la que oigo hablar a los poetas me anima. No sé si la poesía debe ser dirigida a la inmensa mayoría o minoría, pero alcanzo a vislumbrar que es una extrema minoría la que lucha por ella, la que la mantiene en pie. En esa minoría, al igual que en las luchas sociales, reside la inmortalidad del arte. Y la nuestra, claro.

Dos reflexiones y dos poemas. El hermetismo no siempre es lo que parece. Y el lector no puede ser el objetivo primordial del escritor. Ahí es donde reside la auténtica guerra de las palabras.

Ostende al Sur (Noni Benegas)

A Graciela Reyes


Ostende tiene su homónimo en una costa al Sur.
Estando en Ostende al Sur se piensa, sin
que conste, en Ostende al Norte.

Se camina
por sus senderos de arena y se descubre
el viejo hotel, calco de las construcciones
fin de siglo de Montreux, o la ribera izquierda
de Ginebra.

Pero Ostende
es una estación ruinosa en la Provincia de Buenos
Aires
frente al Atlántico;
es un juego descascarado de jardín
en una terraza brumosa,
es un arbusto rodando por la playa.
La herrumbre
trepa los muros abriendo puertas sobre las dunas,
es la que fulge quieta en todas las lanzas
de la escuela flamenca.

El devastado hotel existe para
la luz del norte, la que aquí sufre
irriga como un subsuelo fértil
la composición feliz.

Ostende, exangüe bajo el viento,
al Sur.


Soluciones aplazadas en desvelos (Pablo López Carballo)

Diferentes especies vegetales,
anoto los resultados, crecen.
Líneas rectas escasas entre cinturones,
acelerador de parábolas. En la cama
recién pescada aleteas. Desconsuela
ver como te secas; en el hielo
un pájaro se posa vuela
corta el tendido eléctrico.
Seres microscópicos la sorprenden
estaban ahí antes que ella.


No hablo de mí, los monólogos
cadavéricos se acaban pareciendo
entre sí.
Querencia de lo perseguido voluntad
de la palabra avanza contra
el espacio interrogo en su opuesto.
Saber si aun puedo
escribir antes de darlo por perdido
enlazar en el intento dejarlo
servir hay otras maneras
tallar la madera dejar al viento
y la resina buscar un punto
donde puede estar o ser
todo.
Abandonar perseguir finales
dejar los peces cortar el río
cortarlo con espada.

lunes, 19 de octubre de 2015

Las mitras y los curas rojos

El pasado miércoles me dio la impresión de haberme despertado hace tres siglos cuando el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, realizó el ya famoso discursito sobre Troya y los refugiados. Las declaraciones realizadas en Fórum Europa por el cardenal le han valido reprimendas desde todos los ámbitos religiosos y civiles, incluso con una contestación del papa y una denuncia de la Red Española de Inmigración acusándolo de xenófobo, ultra e islamófobo. El único que se presta a ayudarlo es el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, miembro del Opus Dei y artífice de las vallas con cuhillas en Melilla.
Ahora el pobrecito de Cañizares dijo que lo malinterpretaron, que él se identifica con el drama de los refugiados y que se siente indefenso hacia una causa en la que quería buscar una mayor conciliación. Igual el rezo por la unidad de España, supongo. En cualquier caso, las dignas reacciones nos aseguran que las indecencias de este insoportable energúmeno no quedarán impunes. Al menos esta vez.

Esto es solo una anécdota para pensar en el papel de la Iglesia Católica en España. Entendiéndola como institución, claro está. Ni que decir que, lamentablemente, ha sido uno de los senos de retroceso social y político más fuertes y duraderos en la historia de España. Aunque con matices. Al ser una de las instituciones más antiguas, ha proporcionado episodios recientes en la historia desgarradores ya muy conocidos. Cristianos honrados como mis padres tienen que soportar que se erijan como representantes morales el clan de los Romanones o ese sociópata homófobo del arzobispo Juan Antonio Reig . Y eso como poco.

Pero hay una cara de la Iglesia mucho menos conocida, una que pasa desapercibida. Y no me refiero a la caritativa. Me refiero a la Iglesia combativa, la de los trabajadores y los luchadores, de los desheredados. Una Iglesia que se ha mantenido olvidada por culpa de las injusticias de la otra. Hoy en día se ha olvidado casi prácticamente en el ideario colectivo las luchas de los llamados "curas rojos", sacerdotes que en plena dictadura se convirtieron en un foco de resistencia contra el franquismo. Es muy triste que se desconozca la hermosísima historia de José María de Llanos, un hombre que pasó de ser el confesor de Franco a agrupar a liderar a abrazar la pobreza, el marxismo y liderar en los suburbios del barrio madrileño El Pozo del Tío Raimundo un movimiento en defensa de los marginados y por la libertad. O la Hermandad Obrera de Acción Católica. O la historia del cardenal Tarancón, que llegó enfrentarse con el mismo caudillo y que recibía diariamente amenazas de muerte de grupos terroristas de extrema derecha.
Y todo ello lo hacían con el comprensible rechazo de aquellos que habían sido castigados por las sotanas y las mitras, las víctimas de una guerra que esa Iglesia oficial nunca quiso reconocer como injusta y entre las que se contaban numerosos religiosos leales a la democracia.

Con los años ochenta, la esperanza se truncó. El nombramiento del ultraconservador Karol Wojtyla como papa y la legitimación de la injusticia con la primavera del neoliberalismo volvió a asentar en el poder a una oligarquía corrupta y enfermiza que se perpetua hasta nuestros días. Los focos de resistencia se fueron casi todos a Latinoamérica, formando la hoy todavía vigente Teología de la Liberación, y dejando a la Iglesia de España parcialmente huérfana.

Las esperanzas de reconstruir en España un cristianismo de los inicios, que sistematizaba Chomsky pero que ya conocemos, hoy se encuentran muy lejanas. Incluso con el papado de Jorge Bergoglio y los heroicos esfuerzos de asociaciones civiles que se declaran cristianas o incluso parte de la Iglesia.
Mis experiencias vitales me impiden poder identificarme con la religión cristiana. No obstante, no puedo mas que sentir auténtica admiración hacia aquellos y aquellas que, desde un cúmulo tan reaccionario y podrido, son capaces de defender con uñas y dientes, incluso hasta morir, al Otro de Ryszard Kapúscinsky, los Nadie de Eduardo Galeano, los residuos humanos de Baumant, los desheredados de Fanon, los siempre desposeídos de Camus .




lunes, 12 de octubre de 2015

Día de la Hispanidad

Cuando me propuse de nuevo escribir un nuevo artículo después de tres largos meses sabáticos (parece mentira, siento incluso lástima del poco potencial que le estoy dando a esta web), quería hacerlo sobre un tema de importancia internacional. Una cuestión mayúscula, de gran calibre, que estuviera en boca y mente de todos, que fuera casi imposible que no se conociera. Pero visto el día de hoy, tal vez sea más interesante fijar los sentidos en esta fecha, asignatura pendiente en la simbología nacional española, y de la que no se volverá a hablar hasta dentro de otros 365 días.
Antes de nada, un comentario. La Fiesta Nacional de España (denominación oficial del día nacional de este país) fue denominada durante cuatro décadas Día de la Raza, hasta que en 1958 el mismo caudillo aceptó que pasara a llamarse Día de la Hispanidad, término que por cierto hoy no se reconoce en España para tal celebración desde 1987 (innovación de la segunda legislatura del PSOE con Felipe González, apunto).

La gente de izquierdas tiende a menospreciar este día por considerarlo abominable: muestra suprema del imperialismo español y la destrucción cultural y genocida contra los pueblos indígenas desde el mal llamado Descubrimiento (Conquista sería más apropiado) de 1492. Y en ese punto no les falta razón. Ha cogido, por ejemplo, la denominación de Día de la Vergüenza.
 Pero resumir algo tan complejo como es la identidad cultural, social e incluso nacional de uno o varios países en una dualidad entre el orgullo patriotero españolista y el "Lamento profundamente haber nacido español" de Sánchez Dragó es algo ridículo e insustancial. Es más: no soluciona nada.

 Durante bastante tiempo he tendido a mirar con resentimiento a los nacionalismos, precisamente por la idea de que nublan o dificultan el entendimiento entre diferentes culturas y sociedades. Ahora cada vez me doy más cuenta de que los elementos de las identidades que se conforman dentro de una comunidad denominada nación son vitales. Aunque no nos sean muy afines, no nos podemos permitir pasarlos por alto. Porque precisamente esas identidades determinarán en buena medida si la sociedad en la que viven es justa o injusta, excluyente o integradora, libre o restrictiva...
De ese modo, llego a una conclusión: el 12 de octubre es el Día de la Vergüenza. Pero la vergüenza no está en que exista un día nacional. La vergüenza es que ese día se celebre un 12 de octubre. La vergüenza no es que se reúnan todos los representantes de un pueblo. La vergüenza es que quien los represente sea un rey no electo democráticamente y la única planificación sea un desfile militar de costes astronómicos (solo faltan la Iglesia y la banca para conformar el nido de los retrocesos sociales en España). La vergüenza es también que no represente un vínculo con los pueblos hispánicos, ya sean los lazos con Latinoamérica o con el resto de naciones ibéricas; y en su lugar se erija el españolismo más rancio, el de los toreros y la bandera, mostrando la incapacidad de dialogar que se lleva incrustando en este país demasiado tiempo.
 ¿Por qué no refundar un Día de la Hispanidad? Un día que refleje la intención de vincularse con la cultura del resto de pueblos de América, de reconciliarse con el hermano sin olvidar las injusticias del pasado, de reaprender a entenderse y escucharse. Un día que refleje más cultura que nación.
 Y por favor, que no sea el 12 de octubre. La historia es muy extensa, seguro que se encuentra una fecha mejor.

Dicho esto, feliz (mal denominado oficialmente) Día de la Hispanidad.



 P.D: Aprovecho para informar a lectores asiduos u ocasionales de que pretendo hacer al menos un artículo por semana para reavivar un poco más este blog. No prometo nada, pero como diría Jules Winnfield, "me esfuerzo, Ringo. Me esfuerzo con toda intensidad por ser el pastor."