lunes, 12 de octubre de 2015

Día de la Hispanidad

Cuando me propuse de nuevo escribir un nuevo artículo después de tres largos meses sabáticos (parece mentira, siento incluso lástima del poco potencial que le estoy dando a esta web), quería hacerlo sobre un tema de importancia internacional. Una cuestión mayúscula, de gran calibre, que estuviera en boca y mente de todos, que fuera casi imposible que no se conociera. Pero visto el día de hoy, tal vez sea más interesante fijar los sentidos en esta fecha, asignatura pendiente en la simbología nacional española, y de la que no se volverá a hablar hasta dentro de otros 365 días.
Antes de nada, un comentario. La Fiesta Nacional de España (denominación oficial del día nacional de este país) fue denominada durante cuatro décadas Día de la Raza, hasta que en 1958 el mismo caudillo aceptó que pasara a llamarse Día de la Hispanidad, término que por cierto hoy no se reconoce en España para tal celebración desde 1987 (innovación de la segunda legislatura del PSOE con Felipe González, apunto).

La gente de izquierdas tiende a menospreciar este día por considerarlo abominable: muestra suprema del imperialismo español y la destrucción cultural y genocida contra los pueblos indígenas desde el mal llamado Descubrimiento (Conquista sería más apropiado) de 1492. Y en ese punto no les falta razón. Ha cogido, por ejemplo, la denominación de Día de la Vergüenza.
 Pero resumir algo tan complejo como es la identidad cultural, social e incluso nacional de uno o varios países en una dualidad entre el orgullo patriotero españolista y el "Lamento profundamente haber nacido español" de Sánchez Dragó es algo ridículo e insustancial. Es más: no soluciona nada.

 Durante bastante tiempo he tendido a mirar con resentimiento a los nacionalismos, precisamente por la idea de que nublan o dificultan el entendimiento entre diferentes culturas y sociedades. Ahora cada vez me doy más cuenta de que los elementos de las identidades que se conforman dentro de una comunidad denominada nación son vitales. Aunque no nos sean muy afines, no nos podemos permitir pasarlos por alto. Porque precisamente esas identidades determinarán en buena medida si la sociedad en la que viven es justa o injusta, excluyente o integradora, libre o restrictiva...
De ese modo, llego a una conclusión: el 12 de octubre es el Día de la Vergüenza. Pero la vergüenza no está en que exista un día nacional. La vergüenza es que ese día se celebre un 12 de octubre. La vergüenza no es que se reúnan todos los representantes de un pueblo. La vergüenza es que quien los represente sea un rey no electo democráticamente y la única planificación sea un desfile militar de costes astronómicos (solo faltan la Iglesia y la banca para conformar el nido de los retrocesos sociales en España). La vergüenza es también que no represente un vínculo con los pueblos hispánicos, ya sean los lazos con Latinoamérica o con el resto de naciones ibéricas; y en su lugar se erija el españolismo más rancio, el de los toreros y la bandera, mostrando la incapacidad de dialogar que se lleva incrustando en este país demasiado tiempo.
 ¿Por qué no refundar un Día de la Hispanidad? Un día que refleje la intención de vincularse con la cultura del resto de pueblos de América, de reconciliarse con el hermano sin olvidar las injusticias del pasado, de reaprender a entenderse y escucharse. Un día que refleje más cultura que nación.
 Y por favor, que no sea el 12 de octubre. La historia es muy extensa, seguro que se encuentra una fecha mejor.

Dicho esto, feliz (mal denominado oficialmente) Día de la Hispanidad.



 P.D: Aprovecho para informar a lectores asiduos u ocasionales de que pretendo hacer al menos un artículo por semana para reavivar un poco más este blog. No prometo nada, pero como diría Jules Winnfield, "me esfuerzo, Ringo. Me esfuerzo con toda intensidad por ser el pastor."

No hay comentarios:

Publicar un comentario