jueves, 24 de marzo de 2016

El circo del terror continúa

Llevaba semanas sin escribir en este sitio, así que voy a tratar de ser lo más conciso posible para comprender qué nos ocurre. Meses después de la horrenda travesía que se vislumbra en Europa, parece cierto eso que decía Nietzsche sobre el eterno retorno: la historia es circular, se repite cíclicamente.
Una vez más, otra salvajada en el corazón de Europa por parte de veinteañeros fanáticos del Islam, ciudadanos del propio país, provenientes de barrios degradados y condenados de antemano a un futuro humillante. Perfiles idénticos a los de los otros asesinos y sus masacres tan reverberadas y que tanto miedo crean dentro de nuestras malditas fronteras.

El ataque a Bruselas no tiene nada de azaroso. La capital de Bélgica tenía motivos muy importantes para ser el siguiente blanco. A diferencia de Francia, este pequeño país centroeuropeo no se había caracterizado por marginar a las capas de población musulmana dentro de su sociedad. De hecho, tradicionalmente han sido respetadas por la mayor parte de la población. No obstante, a raíz del atentado de Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015, lideró una de las mayores persecuciones contra todos aquellos sospechosos de pertenecer al Daesh. Registros de domicilios, detenciones, interrogatorios... Aunque parezca increíble, en la mayoría de los casos estaba justificada su acción, pues lograron atrapar a células terroristas e impedir baños de sangre. Inevitablemente, eso le había puesto en el punto de mira, hasta el punto de que días atrás de que estallaran las bombas en la capital, el gobierno veía como "posible y probable" un próximo atentado.


Pero hay otro motivo. Al igual que en París, los yihadistas de Baghrdadi quieren dar un mensaje golpeando a la ciudad donde se encuentran las instituciones más importantes de la Unión Europea. Un mensaje de advertencia sobre su avance en la delirante búsqueda de su califato. Pero frente al circo del terror, en Europa nos hemos topado con un insondable muro de vergüenza. Confieso que me quedé atónito cuando conocí el famoso acuerdo al que había llegado la Unión Europea con Turquía para expulsar a todos los migrantes fuera de sus fronteras. No podía creerlo. Ni siquiera habían sido recibidos en varios países y ya los estaban echando. Casi dos millones de personas huyendo de la guerra, con heridas incurables en sus vidas, con derecho de asilo político... Y esta estúpida Europa, la que nos ha engañado con sus bancos y sus desvíos de capital, la que con su neoliberalismo ha alcanzado cuotas terribles de desigualdad y miseria, les da la patada en nombre de la libertad y la lucha contra la extrema derecha. ¿Quién les ayudará ahora? ¿Alemania? Hace dos semanas se manifestaron en Berlín más de tres mil pronazis contra los refugiados. ¿Francia? Es allí donde la islamófoba y ultraderechista del Frente Nacional Marine Le Pen tiene muchos votos de ser la próxima presidenta. ¿Reino Unido? No es probable cuando ha hecho firmar un humillante tratado sobre el control de la inmigración y el recrudecimiento de las medidas policiales contra los extranjeros y hay pendiente un referéndum sobre su permanencia en la Unión Europea.

Lo que es seguro es que España no moverá un dedo por los derechos humanos, cuando el presidente en funciones sigue siendo un títere de los intereses extranjeros y existe una incertidumbre política y represión como pocas veces se ha visto en el país. Tampoco podrá hacer nada Grecia (qué tiempos aquellos en los que parecía la esperanza), cuando están desbordados por la llegada de miles de refugiados y se encuentran con que el resto de países les han cerrado las fronteras.

La gota que colma el vaso es la fotografía de un niño en un campo de refugiados con un cartel que pone "Sorry for Brussels". Es insoportable que las mismas personas que huyen de la guerra tengan que pedir perdón por los crímenes que cometen sus mismos agresores. Pero ya es tónica general, ¿no? Ahora por ser musulmán, árabe, llamarte Mohamed o Fátima, tener la tez morena o llevar velo tienes que disculparte constantemente por existir. Es el siguiente paso en el circo del terror: avergonzar y humillar hasta convertirlos en el nuevo enemigo común.

El surgimiento de movimientos de extrema derecha en un continente que padeció los fascismos después de tantos años de lucha refleja algo terrible pero cierto: muchos europeos no quieren creer que los seres humanos somos libres e iguales. Hemos creado nuestros propios monstruos. Y, llegado el momento, y si seguimos esta estúpida deriva, ya serán demasiado reales y habrá que combatirlos por todos los medios.

Y, como soy incapaz de entender la vida sin libertad, que el maestro Moustaki cante por ellos. Por todos nosotros.






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